Comencé mi viaje partiendo de Galicia Oriental, ilusionado y abierto a todo lo que estas tierras de A Mariña, en el norte de Lugo y norte de A Coruña, podían regalar y seducir a mi ojo fotográfico. Se conjugan mar y montaña, historia y magia, leyendas y vidas cotidianas de pueblos en los que los trabajos de sus gentes enlazan con sólidos nudos. Busqué capturar imágenes que se acercaran a todo ello, volver a pulsar el obturador después de una, para mí, larga pausa.
Me integré en un grupo que había realizado el Camino del Mar varias veces, incluso en su versión más extensa hacía Santiago . Se convirtieron en mi familia viajera por unas semanas. Guardo un entrañable baúl de recuerdos, anécdotas , instantes vividos. Su cómoda y fácil organización me permitía durante las tardes desandar mis pasos para apoderarme de rincones ya ojeados y volver a observarlos, buscando los matices, los momentos...
El otoño nos regaló días majestuosos y la luz del sol brilló especialmente calentando cuerpo y espíritu y se convirtió en una aliada para la consecución de mis fotografías. Cesa el trasiego de gentes del verano y podemos poner el foco con serenidad en aquello que nos llama la atención, en el instante.
Entramos en Galicia desde Ribadeo que, junto a las localidades asturianas de Vegadeo, Castropol y Figueras, rodean la Ría a la que da nombre. Estos pueblos se abrazan entre ellos en una frontera invisible. Mantienen el mismo amor por su ría y confluyen como en un todo. Están unidos por el Puente de los Santos, llamado así porque une las capillas de San Román y San Miguel.
Para los que viven y han vivido de la pesca, el mar impregna su piel, los despierta cada mañana y los acompaña en sus sueños. Nemesio contempla desde el pórtico de San Miguel todos los movimientos marítimos de la Ría, allí se reúne con sus compañeros y evocan otros tiempos. Desde su atalaya observa el color de las aguas. Nunca es igual: azul, verde, gris…cada jornada un matiz diferente. A veces se muestra en calma y parece un espejo, otras veces las corrientes se mueven caprichosas. Al amanecer puede cubrirse de un manto de niebla que con el sol se va desvaneciendo.
Pero sobre todo la Ría es cobijo para pequeñas embarcaciones que disfrutan de ella y grandes barcos comerciales, está rodeada de infinitas calas de guijarros y arena, puerto deportivo y muelle de carga de mercancías que conectan con el pasado secular y mercantil de Ribadeo. Desde los puertos, caminando hacia el centro, con calles empedradas que enmarcan su casco histórico, llegamos al parque de San Francisco. Allí se erige un palacete modernista con sus cariátides que sostienen un capitel rojo que juega con la luz del sol.
A su lado el edificio donde se sitúa el Ayuntamiento fue el pazo del Marques de Sargadelos, ilustre reformador del siglo XVIII que fue tachado de afrancesado y dado muerte por linchamiento en este mismo lugar. Sus fábricas siguen funcionando y hoy se valora especialmente la cerámica de Sargadelos elaborada en la Real Fábrica de Sargadelos, en Cervo, también en la Mariña.
Sobre la Ría, un paraje natural, cercano a un albergue de peregrinos, “O Cargadoiro” recuerda ese pasado industrial ribadense en el que los trenes venían desde Vilaodrid cargados de mineral y mediante una pasarela de hierro, hoy de madera, era transportado a otros barcos de gran calado que conducían el mineral a Europa. En el mismo paraje se sitúa el fuerte de San Damián , testigo de las luchas contra los ingleses o franceses. Desde allí un paseo estimulante y fresco conduce al faro de Illa Pancha, otro enclave situado al final de la ría que anuncia el mar abierto. El atardecer desde este lugar, naranja o violeta es mágico.
En Ribadeo se dice que aquellos que se marcharon siempre vuelven, ya sea con otra visita o para quedarse en su última etapa de la vida. Y creo que tendrán razón, pues me pareció un lugar animado, lleno de atractivo y gentil.
Hacemos una parada en nuestro camino en el pequeño pueblo de Rinlo. Es una hermosa localidad marinera de origen medieval, ballenero, con sus casitas pintadas de blanco y azul. Sus calles son estrechas y abrigadas y dicen que allí se cocina el mejor arroz caldoso del mundo, no en vano no se entiende Rinlo sin su pasado marinero, sus cetáreas de marisco y sus percebeiros y percebeiras. Estos hombres y mujeres trabajan en simbiosis con las rocas golpeadas por un mar intenso, casi enemigo. Es impactante observarlos.
Me sentí muy a gusto entre el bullicio de sus tabernas con terrazas donde disfrutar de una cerveza mirando el mar y su pequeño puerto. Me trasladó al pasado.
Las primeras jornadas arrastraban la calidez y la luz del verano y esta plenitud nos siguió acompañando buena parte de nuestro camino. El otoño seguía siendo nuestro cómplice y así, sin apenas visitantes, pudimos recorrer la playa de Las Catedrales, llamada también Augas Santas, considerada un monumento natural. El mar esculpió un templo en las Rocas. Sus colosales arcos y torres forman bóvedas cuyo interior los diferentes minales que las forman, pintan colores espléndidos. El mundo mágico tiene sus reglas y las Catedrales imponen su hechizo: sólo las podemos visitar cuando la marea nos da permiso, en bajamar. Así, contemplada en soledad me ha impresionado. Parece como si un gran tesoro se abriese sólo para ti.
En el litoral que discurre a lo largo de A Mariña Oriental las playas de arena blanca se extienden entre los acantilados cuya superficie de prados verdes aprovechan los lugareños para trabajar el campo o dar esparcimiento a sus animales. Observo como los rayos del sol se proyectan en la playa entre la bruma del mar, al atardecer. Capturo esta imagen impresionado por un conjunto de belleza dorada y fuerza. Al fondo de la imagen se vislumbra Foz.
Foz es otra de las poblaciones más importantes de A Mariña. Su pasado marinero y conservero sigue presente y sus playas integradas en el lugar le han otorgado un carácter turístico que le lleva a triplicar sus habitantes en verano.
Una de las etapas del camino que me llamó la atención especialmente tuvo lugar cuando llegamos al puerto de Morás. Desde allí tomamos la ruta de los Acantilados de Papel. El mar, la lluvia y el viento esculpieron pacientes durante milenios y moldearon el paisaje construyendo inmensas formaciones rocosas de extraordinaria belleza. Los pliegues cortantes, sus caprichosas figuras impactantes parecen animales prehistóricos o mitológicos contemplando el horizonte con sus ojos. Una vez más la Naturaleza supera la mano del hombre en belleza y magnitud.
Muy cerca de allí, en Portocelo, o puerto secreto, una ensenada de aguas tranquilas, la historia también cobija un lugar espiritual: las ruinas de la ermita de San Tirso que la iglesia situó sobre un castro. Las primeras tribus que habitaban en Galicia buscaban lugares en lo alto dónde pudieran observar todo aquello que pudiese llegar del mar, las ermitas se situaban también en la altura para estar más cerca de Dios, decían.
Cada rincón de Galicia esconde lugares de fantasía que la Naturaleza crea o leyendas que perviven en las mentes de sus habitantes. Según una de ellas el cuerpo de San Martín llegó descuartizado a este lugar en una barca de piedra que todavía podemos contemplar a las orillas del mar.
Menos mal que el sentido común prevaleció y las severas oposiciones de los ciudadanos de toda la Mariña consiguieron su objetivo puesto que pretendieron construir en este hermoso lugar una central nuclear.
Viveiro es otra villa histórica, puntal en la Mariña Occidental. Creció en el valle del río Landro que desemboca en la Ría de Viveiro. Comprende los núcleos de Celeiro, con una importante actividad pesquera y Covas, que crece a orillas de una extensa playa de arena. A Covas y su playa se llega atravesando un magnífico puente de piedra que recorreremos para seguir nuestra ruta.
Viveiro tiene un pasado importante medieval y renacentista tal como muestran sus calles empedradas y estrechas como “la pescadería” o “la zapatería” de origen gremial. Fue incluso escenario de una guerra Irmandiña entre la nobleza y los vasallos en el siglo XV y de contiendas entre la reina Isabel y Juana la Beltraneja. Su pasado histórico es, pues, muy relevante y la localidad está repleta de vestigios que reflejan su importancia. Ya en este municipio se conservan restos de 7 castros.
Hoy perviven 3 puertas a la ciudad amurallada. La más importante es la de Carlos V por la que se accede al casco viejo y está situada sobre la Ría. Pasear por sus calles es agradable y en cada rincón encuentras una sorpresa. Me he prometido volver.
He comprobado, compartiendo horas inolvidables con los hombres y mujeres que integraban mi grupo que cada uno vive el Camino de forma diferente pero no me cabe duda de que es una experiencia enriquecedora. Las vivencias unidas crean lazos de amistad duradera.
Ese afán de superación con el grupo lo he vivido también en esta ruta por el Norte con mis compañeros caminantes en uno de los días en que el tiempo se dio la vuelta y la lluvia y el viento nos desafíó en nuestra 5º etapa en Mañón. Unos a otros nos ayudábamos a vadear charcos, barrizales; nos animamos a seguir adelante entre chubasqueros, bastones y mochilas mojadas. Superamos la adversidad empapados de frío con palabras de aliento cálido.
Un día que se adivinaba largo y pesado resultó ser la etapa más bonita y solidaria de todas.
La logística de esta etapa del Camino me permitía alejarme de la ruta marcada para explorar otros lugares cercanos al mar. Estamos ya en la provincia de A Coruña. El Camino recorre lugares del interior.
Me habían hablado de la belleza de O Vicedo y O Barqueiro . Mi curiosidad quiso descubrir estos enclaves y desde luego no se equivocaron en absoluto.
O Vicedo es un pequeño pueblo marinero y protegido cuyo entorno está bañado por playas abrigadas y seguras. Especialmente me llamó la atención la playa de O Caolín.T Tiene apenas 200 metros pero es paradisíaca: aguas limpias verde-azul, arena blanca y sin oleaje. Invita a quedarse unas horas disfrutando de su tranquilidad.
El puente de hierro y madera de O Barqueiro une esta localidad con O Vicedo y ofrece un precioso paseo.
O Barqueiro es un pequeño y alegre pueblo de casas pintadas de colores diferentes que están situadas sobre una pequeña colina a modo de anfiteatro sobre el puerto.
Este forma un estuario, donde termina el río Sor. Es también un puerto resguardado de los desafíos del oleaje marino. Antiguamente los barcos transportaban a los vecinos de una orilla a otra de la Ría, de ahí su nombre. A principios del siglo XX se construye el puente del que hablamos antes.
Muy cerca se encuentra el cabo de Estaca de Bares que es el punto más septentrional de la Península Ibérica. En este punto el océano Atlántico y el mar Cantábrico se abrazan. El puerto de Bares es de origen prerromano. Cada otoño más de un millón de aves sobrevuelan este observatorio natural y se esconden en un antiguo monasterio templario hoy en ruinas. La costa de Loiba es un paraje que esconde playas solitarias de difícil acceso. Por la fuerza del mar el amarre de las barcas es particular, sosteniéndose en las laderas por roldanas.
El Cabo Ortegal está incluido en la Costa Ártabra, dentro del municipio pesquero de Cariño. Está formado por una amplia arcada que se abre al océano. El granito negro, muy poco encontrado en el mundo, es la roca más espectacular de este paraje que ya en sí mismo es impactante por su grandiosidad. Neptuno, parece vivir bajo sus aguas y como dios fiero y lleno de arrojo expone toda su magnitud y su imperio. Los vientos suelen acompañarlo y desde tu observatorio te sientes empequeñecido, temeroso ante su rugido. Lo corona un faro, a 123 metros de altura sobre la monumentalidad de los acantilados. Desde allí observas la vista de todo el litoral e incluso puedes ver delfines, calderones y hasta ballenas. Cabo Ortegal es sobrecogedor.
Me reincorporo al grupo para visitar San Andrés de Teixido porque allí se encuentra otro famoso santuario de peregrinación. “Vai de morto quen non foi de vivo”. Esta frase popular es representativa de todo lo que viviremos en esta pequeña aldea donde se une la magia, la superstición, la espiritualidad en un entorno natural espléndido y grandioso.
San Andrés de Teixido es una aldea del municipio de Cedeira, en A Coruña, situada en la sierra de A Capelada, al pie de acantilados de considerable altura. Tiene menos de 50 habitantes.
La peregrinación a Teixido puede venir ya desde la Edad de Hierro, en la cultura castrexa. En la zona de Cotobad se le llama Camiño de Santo André a la vía láctea. La Iglesia instauró en este lugar de espiritualidad un monasterio que después se convertiría en santuario. La leyenda cristiana dice que el apóstol Andrés, pescador, llegó a este lugar, se asentó y construyó un templo de estilo marinero. A cambio el Señor le prometió que todo el mundo cristiano debía peregrinar a esta iglesia de vivo o de muerto, reencarnado 3 veces en un animal de cualquier género. Si vas a visitar el lugar tienes que tener cuidado por donde pisas puesto que incluso un insecto puede esconder un alma.
En el lugar se instauró una romería y son famosos los “milladoiros” que dejaban los peregrinos y romeros muy cerca del lugar. Los milladoiros están formados por miles de piedras que los viajeros fueron dejando a lo largo de los siglos.
En el lugar también se emplaza la fuente de los Tres Caños que guarda también un simbolismo mágico. Debes beber de las tres fuentes y pedir un deseo, arrojar al agua de la fuente un trozo de pan. Si este no se hunde, la fortuna te sonreirá. El pan (como signo de alimento) tiene mucha importancia en la tradición mágica de este lugar.
Alrededor de la iglesia muchas mujeres venden en pequeños puestos figuras hechas de miga de pan que representan diferentes bendiciones. Algunas de ellas están sujetas a la figura de San Andrés.
El Santo: Buena salud y amistad
La Flor: Amor
La mano: Sabiduría
El Pez: que no falte nunca el alimento
La Escalera: Superación personal; la escalera une cielo y tierra
La Barca: Buen viaje y buen puerto; paso entre vida y muerte
La corona de San Andrés: Protección
La Paloma: Paz
Estos fetiches de pan fueron aumentando en número a lo largo del tiempo. Los habitantes de San Andrés los confeccionan día y noche. Y cada uno es único.
Las mujeres también venden “A Herba de Namorar”. Debes colocar un ramito en la ropa, muy cerca de la piel de aquella persona que pretendes y el hechizo prenderá por siempre. Por lo que se podría esperar, mejor prescindir de este hechizo. La palabra siempre puede ser una maldición.
La iglesia es modesta, con escasez de ornamentación, centrada en el retablo de los 12 apóstoles.
Al llegar al lugar el bullicio de la gente se hace notar. Parece como si un espectáculo fuera a comenzar. La homilía, desde luego, no fue una misa más. Don Antonio, el párroco, interrumpía con su particular estilo su sermón e interpelaba a los feligreses con preguntas retóricas y reproches incontestables. Nos permitió llevar el estandarte para desfilar alrededor de la iglesia como final a su homilía.
Leyendas, fábulas, tradiciones, cristianismo, superstición forman el rico patrimonio de San André de Teixido y a todo ello añado el sublime espectáculo de la puesta de sol en el mar desde un mirador extraordinario hacia el Océano Atlántico. En este lugar confluyen poderosas energías naturales y espirituales a lo largo del tiempo.
Y así vamos llegando al final del recorrido del Camino, en Neda. Es una localidad de 5000 habitantes que forma parte del Camino Inglés desde Ferrol. Fue puerto comercial y astillero en la Edad Media. “Entrar en Neda es entrar en el paraíso, del que se sale por la Gloria” dice el dicho popular haciendo referencia a la villa amurallada. Ya desde las primeras peregrinaciones es considerado puerto de arribada y lugar de tránsito. Fue residencia de notables familias.
Se extiende hacia el río Grande de Xubia y su afluente, el río Castro. Uno de los entornos más visitados es la fervenza de Belelle situada muy cerca del palacio de Isabel II.
Visitamos un molino de mareas rehabilitado muy interesante. El pan de Neda es reconocido en toda Galicia. Degustarlo es un placer.
Como cada final de etapa teníamos preparada una degustación de pescado marinero. Esta última fue una despedida.
Para “El Madrileño”, como me llamaban mis compañeros, algo había terminado. Me despedí con agradecimientos y fotos compartidas, abrazos y deseos de encontrarnos en otro punto de la vida.
Pero este final para mí es el principio de otra etapa, mi propio camino, porque siempre dejas deudas pendientes. Volveré a partir “a la sombra de una barca/ fuera de la mar/ sin remos” como decía Alberti, pero con mi cámara fotográfica capturando la esencia del paisaje, la emoción y dejándome siempre sorprender.